jueves, 20 de septiembre de 2012

CUENTO 2


La gran zanahoria
Gianni Rodari
Esta es la historia de la zanahoria más grande del mundo. Ya se ha contado de muy distintas maneras, pero para mí las cosas sucedieron así.
Una vez un hortelano plantó zanahorias. Las cultivó como es debido, hizo todo lo que había que hacer y, en la estación adecuada, fue al huerto y empezó a sacar las zanahorias de la tierra. En un determinado momento encontró una zanahoria más gruesa que las otras. Tiraba y tiraba y no salía. Probó de cien maneras, pero nada... Por último tomó una decisión y llamó a su mujer.
—¡Giuseppina!
—¿Qué quieres, Oreste?
—Ven un momento, hay una maldita zanahoria que no quiere salir de la tierra. Lo ves, mira...
—Parece gorda de verdad.
—Vamos a hacer una cosa: yo tiro de la planta de la zanahoria y tú me ayudas tirando de mi chaqueta. Agarrados, vamos... ¿Preparados? ¡Tira! Venga, al tiempo...
—Será mejor que te tire de un brazo porque la chaqueta se desgarra.
—Tira del brazo. ¡Fuerte! ¡Nada! Llama también al chico... ¡Me he quedado sin aliento!
—¡Romeo! ¡Romeo! —llamó la mujer del hortelano.
—¿Qué quieres, mamá?
—Ven un momento. Corre...
—Tengo que hacer las tareas.
—Ya las harás después, ahora ayuda. Hay una zanahoria que no quiere salir. Yo tiro de este brazo de papá, tú tiras del otro, papá tira de la zanahoria y vamos a ver qué pasa...
El hortelano se escupió en las manos.
—¿Estáis listos? ¡Animo, adelante! ¡Tirad! ¡Vamos, sube, sube! Nada, no viene.
—Esta debe ser la zanahoria más grande del mundo —dijo la Giuseppina.
—¿Llamo también al abuelo?
—Anda, llámalo... —dijo el hortelano—. Yo ya estoy sin aliento.
—¡Abuelo! ¡Abuelo! Ven un momento. ¡Y date prisa!
—Me doy prisa, me doy prisa... a mi manera... a tu edad también yo corría, pero ahora... ¿Qué pasa?
Antes de ponerse al trabajo el abuelo ya jadeaba de fatiga.
—Es la zanahoria más gorda del mundo —le dijo Romeo—, no conseguimos sacarla entre tres. ¿Nos echas una mano?
—Os echo incluso dos... ¿Cómo hacemos?
—Vamos a hacer así —dijo Romeo—. Usted me toma de un brazo y tira, yo tiro de un brazo de mi padre, mi madre tira del otro, papá tira de la zanahoria y si ahora no sale...
—De acuerdo —dijo el abuelo—. Esperad un momento.
—Pero ¿qué hace?
—Apoyo la pipa en esta piedra. Ya está. No se pueden hacer dos cosas a la vez. O fumar o trabajar, ¿correcto?
—Sujetarse, entonces —dijo el hortelano—. ¿Estáis todos agarrados? ¿Preparados? ¡Vamos! ¡Tira! ¡Sube! ¡Tirad!
—¡Vamos, sube! ¡Vamos, sube! ¡Vamos, sube!
—Ay... ¡socorro!
—¿Qué le ha pasado, abuelo?
—¿Pues no ves que me he caído al suelo? Me he resbalado, eso es. Y además me he sentado sobre la pipa...
El pobre viejecito se había quemado la parte trasera de los pantalones.
—Así no conseguimos nada —concluyó el hortelano—. Romeo, da un salto a casa del vecino Andrea, pídele que venga a echarnos una mano.
Romeo reflexionó. Luego dijo:
—¿Le digo que traiga también a su mujer y a su hijo?
—Pues sí, díselo —le respondió el padre—. Qué barbaridad de zanahoria... es como para sacarlo en los periódicos...
—¿Llamamos a la televisión? —propuso la Giuseppina. Pero su proposición cayó en el vacío.
—Sí, la televisión —gruñó el hortelano—, primero hay que llamar a gente para que tire...
Para abreviar, vino el vecino Andrea, vino su mujer y vino también su hijo, que tenía cinco años y no podía tener mucha fuerza en los brazos...
Mientras tanto se corrió la voz por el pueblo y, mucha gente, charlando y riendo, había tomado el camino de aquel huerto.
—Pero qué va a ser una zanahoria —decía uno—, allí debajo debe de haber una ballena.
—¡Pero las ballenas están en el mar!
—No todas; yo vi una en la feria.
—Y yo he visto una en un libro.
Los curiosos se exhortaban unos a otros:
—Agárrate tú también, Gerolamo, que eres fuerte.
—A mí las zanahorias no me gustan: prefiero las papas.
—Y yo los buñuelos de viento.
Charlando y charlando, tirando y tirando, el sol ya estaba a punto  de ponerse...
PRIMER FINAL
La zanahoria no sale.
Todo el pueblo se agarra para tirar: nada.
Llega gente de pueblos lejanos: y seguimos en las mismas.
Por fin se descubre que la zanahoria gigante atraviesa todo el globo terráqueo y que en el otro lado hay otro hortelano, otra muchedumbre que tira; en resumen, es un tirón muy fuerte que no terminará nunca.
                          
SEGUNDO FINAL
Tirando, tirando, sale algo, pero no es una zanahoria: es una calabaza. Dentro de la calabaza hay siete enanos zapateros, sentados en círculo martilleando suelas.
—¿Qué maneras son éstas? —protestan los enanos—. No tenéis derecho a robarnos casa y tienda. Volved a enterrarnos.
La gente se asusta y escapa.
Huyen todos menos el abuelo. El abuelo dice a los enanos:
—¿Tenéis un fósforo? Se me ha apagado la pipa.
El abuelo y los enanos se hacen amigos.
—Casi, casi —dice él—, me voy yo también a vivir en vuestra calabaza. ¿Tenéis un poco de sitio?
Romeo grita desde lejos:
—Si se va usted también quiero ir yo.
La Giuseppina grita:
—Romeo, si vas tú yo también voy.
El hortelano grita:
—Giuseppina, si tú vas yo también.
Los enanos se enfadan y ellos y su calabaza vuelven a hundirse en la tierra.

TERCER FINAL
Tirando tirando... la unión hace la fuerza: la zanahoria va saliendo, un centímetro de cada vez. Es tan grande que se necesitan veintisiete camiones y un triciclo para llevarla al mercado.
No hay empresas imposibles cuando los hombres trabajan juntos, en amor y compañía.


Tomado de Rodari, G. (1992) Cuentos para jugar. Editorial Santillana. Colombia

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