La gran zanahoria
Gianni Rodari
Esta es
la historia de la zanahoria más grande del mundo. Ya se ha contado de muy
distintas maneras, pero para mí las cosas sucedieron así.
Una vez
un hortelano plantó zanahorias. Las cultivó como es debido, hizo todo lo que
había que hacer y, en la estación adecuada, fue al huerto y empezó a sacar las
zanahorias de la tierra. En un determinado momento encontró una zanahoria más
gruesa que las otras. Tiraba y tiraba y no salía. Probó de cien maneras, pero
nada... Por último tomó una decisión y llamó a su mujer.
—¡Giuseppina!
—¿Qué
quieres, Oreste?
—Ven un
momento, hay una maldita zanahoria que no quiere salir de la tierra. Lo ves,
mira...
—Parece
gorda de verdad.
—Vamos
a hacer una cosa: yo tiro de la planta de la zanahoria y tú me ayudas tirando
de mi chaqueta. Agarrados, vamos... ¿Preparados? ¡Tira! Venga, al tiempo...
—Será
mejor que te tire de un brazo porque la chaqueta se desgarra.
—Tira
del brazo. ¡Fuerte! ¡Nada! Llama también al chico... ¡Me he quedado sin
aliento!
—¡Romeo!
¡Romeo! —llamó la mujer del hortelano.
—¿Qué
quieres, mamá?
—Ven un
momento. Corre...
—Tengo
que hacer las tareas.
—Ya las
harás después, ahora ayuda. Hay una zanahoria que no quiere salir. Yo tiro de
este brazo de papá, tú tiras del otro, papá tira de la zanahoria y vamos a ver
qué pasa...
El
hortelano se escupió en las manos.
—¿Estáis
listos? ¡Animo, adelante! ¡Tirad! ¡Vamos, sube, sube! Nada, no viene.
—Esta
debe ser la zanahoria más grande del mundo —dijo la Giuseppina.
—¿Llamo
también al abuelo?
—Anda,
llámalo... —dijo el hortelano—. Yo ya estoy sin aliento.
—¡Abuelo!
¡Abuelo! Ven un momento. ¡Y date prisa!
—Me doy
prisa, me doy prisa... a mi manera... a tu edad también yo corría, pero
ahora... ¿Qué pasa?
Antes
de ponerse al trabajo el abuelo ya jadeaba de fatiga.
—Es la
zanahoria más gorda del mundo —le dijo Romeo—, no conseguimos sacarla entre
tres. ¿Nos echas una mano?
—Os
echo incluso dos... ¿Cómo hacemos?
—Vamos
a hacer así —dijo Romeo—. Usted me toma de un brazo y tira, yo tiro de un brazo
de mi padre, mi madre tira del otro, papá tira de la zanahoria y si ahora no
sale...
—De
acuerdo —dijo el abuelo—. Esperad un momento.
—Pero
¿qué hace?
—Apoyo
la pipa en esta piedra. Ya está. No se pueden hacer dos cosas a la vez. O fumar
o trabajar, ¿correcto?
—Sujetarse,
entonces —dijo el hortelano—. ¿Estáis todos agarrados? ¿Preparados? ¡Vamos!
¡Tira! ¡Sube! ¡Tirad!
—¡Vamos,
sube! ¡Vamos, sube! ¡Vamos, sube!
—Ay...
¡socorro!
—¿Qué
le ha pasado, abuelo?
—¿Pues
no ves que me he caído al suelo? Me he resbalado, eso es. Y además me he
sentado sobre la pipa...
El
pobre viejecito se había quemado la parte trasera de los pantalones.
—Así no
conseguimos nada —concluyó el hortelano—. Romeo, da un salto a casa del vecino
Andrea, pídele que venga a echarnos una mano.
Romeo
reflexionó. Luego dijo:
—¿Le
digo que traiga también a su mujer y a su hijo?
—Pues
sí, díselo —le respondió el padre—. Qué barbaridad de zanahoria... es como para
sacarlo en los periódicos...
—¿Llamamos
a la televisión? —propuso la Giuseppina. Pero su proposición cayó en el vacío.
—Sí, la
televisión —gruñó el hortelano—, primero hay que llamar a gente para que
tire...
Para
abreviar, vino el vecino Andrea, vino su mujer y vino también su hijo, que
tenía cinco años y no podía tener mucha fuerza en los brazos...
Mientras
tanto se corrió la voz por el pueblo y, mucha gente, charlando y riendo, había
tomado el camino de aquel huerto.
—Pero
qué va a ser una zanahoria —decía uno—, allí debajo debe de haber una ballena.
—¡Pero
las ballenas están en el mar!
—No
todas; yo vi una en la feria.
—Y yo
he visto una en un libro.
Los
curiosos se exhortaban unos a otros:
—Agárrate
tú también, Gerolamo, que eres fuerte.
—A mí
las zanahorias no me gustan: prefiero las papas.
—Y yo
los buñuelos de viento.
Charlando
y charlando, tirando y tirando, el sol ya estaba a punto de ponerse...
PRIMER FINAL
La
zanahoria no sale.
Todo el
pueblo se agarra para tirar: nada.
Llega
gente de pueblos lejanos: y seguimos en las mismas.
Por fin
se descubre que la zanahoria gigante atraviesa todo el globo terráqueo y que en
el otro lado hay otro hortelano, otra muchedumbre que tira; en resumen, es un
tirón muy fuerte que no terminará nunca.
SEGUNDO FINAL
Tirando,
tirando, sale algo, pero no es una zanahoria: es una calabaza. Dentro de la
calabaza hay siete enanos zapateros, sentados en círculo martilleando suelas.
—¿Qué
maneras son éstas? —protestan los enanos—. No tenéis derecho a robarnos casa y
tienda. Volved a enterrarnos.
La
gente se asusta y escapa.
Huyen
todos menos el abuelo. El abuelo dice a los enanos:
—¿Tenéis
un fósforo? Se me ha apagado la pipa.
El
abuelo y los enanos se hacen amigos.
—Casi,
casi —dice él—, me voy yo también a vivir en vuestra calabaza. ¿Tenéis un poco
de sitio?
Romeo
grita desde lejos:
—Si se
va usted también quiero ir yo.
La
Giuseppina grita:
—Romeo,
si vas tú yo también voy.
El
hortelano grita:
—Giuseppina,
si tú vas yo también.
Los
enanos se enfadan y ellos y su calabaza vuelven a hundirse en la tierra.
TERCER FINAL
Tirando
tirando... la unión hace la fuerza: la zanahoria va saliendo, un centímetro de
cada vez. Es tan grande que se necesitan veintisiete camiones y un triciclo
para llevarla al mercado.
No hay
empresas imposibles cuando los hombres trabajan juntos, en amor y compañía.
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