Elio Donato y Prisciano de Cesarea son dos importantes gramáticos del latín que sentaron las bases de la tradición gramatical que ha trascendido por más de 1500 años. A Donato (siglo IV post) debemos, en particular, la distinción en ocho clases de palabras: nomen, pronomen, verbum, adverbium, participium, coniunctio, praepositio, interiectio; distinción que Antonio de Nebrija (gramático de la lengua castellana del siglo XV) imitó, agregando el artículo "del que carecía la lengua latina".
La clasificación de las clases de palabras que reconoce la gramática tradicional es de tipo semántico y no funcional. Esta clasificación en el mundo de habla española distingue nueve.
Tradicionalmente las palabras se han clasificado en esas dos clases. Las cinco primeras (sustantivo, adjetivo, artículo, pronombre y verbo) son las llamadas palabras con contenido porque son las que plantean claramente el significado de su significante. También se les llama variables, pues las palabras que pertenecen a estos tipos pueden variar por el uso del morfema flexivo, sin dejar de ser la misma palabra. El sustantivo y adjetivo (el artículo se considera un adjetivo) varían en género y número; el verbo, no varía en género, pero sí en número, persona, tiempo, modo, voz y aspecto. Y el pronombre, varía por su uso sintáctico.
1. El verbo es la clase de palabra que presenta la mayoría de variaciones léxicas. Y al conjunto de estas desinencias, que entran en oposición con otras, unidas a la Base constituyen la conjugación. El verbo es la única clase de palabras que presenta conjugación.
2. El sustantivo y 3. adjetivo: son dos palabras inseparables y se clasifican de la siguiente forma:
(Nota: En el anterior cuadro se incluye la clasificación real del artículo como adjetivo).
4. El Pronombre es la clase de palabra que no se modifica morfológicamente (en español, solo algunos pronombres personales -en plural- manifiestan variaciones de género y número) , sino por su uso semántico y sintáctico; a esta identidad dada se le denomina caso (nominativo, vocativo, preposicional, acusativo y dativo).
5. Las preposiciones son palabras átonas (excepto según) e invariables, es decir, no llevan desinencias. La función de las preposiciones es ser nexo; o sea une palabras sirviendo de enlace entre ellas. La relación que establecen es siempre de subordinación o dependencia.
También se pueden combinar entre ellas formando locuciones adverbiales, por ejemplo:
6. Las conjunciones son una clase de palabras, vacías de contenido semántico cuya función es, simplemente, servir de enlace entre palabras, pero principalmente, entre sintagmas o proposiciones. Tradicionalmente se ha distinguido entre las coordinantes y subordinantes.
7. Los adverbios son palabras invariables y poseen carácter léxico pleno, es decir, poseen significado propio, definible en los diccionarios. Pueden modificar a un verbo, a un adjetivo o a otro adverbio. La clasificación más tradicional del adverbio es la que atiende al significado:
8. Las interjecciones son palabras que expresan sentimientos muy vivos de dolor, alegría, tristeza, etc. Podemos decir que son reacciones del hablante que se materializan a través de la palabra.
Aunque se trata de una palabra la interjección se comporta como un enunciado independiente, es decir, comunica un mensaje completo: ¡ay! tiene una significación plena, equivale a una oración como "¡Me he hecho daño!" Se escriben siempre entre signos de exclamación: ¡eh! ¡puaj!, ¡ojalá!, ¡huy! o ¡uy!, ¡uy uy uy! etc.
Podemos clasificarlas en:
Interjecciones primarias o propias: son las verdaderas interjecciones, es decir, palabras que sólo se han creado para expresar emotividad; ¡ay!, ¡uf!, ¡bah!, ¡zas!, ¡hala!, etc. y, por lo tanto, sólo pueden ser interjecciones. Recuerden que las interjecciones con H siempre la levan después de la vocal: ¡ah!, ¡eh!, ¡oh!, ¡uh!
Interjecciones impropias: proceden de otra clase de palabras, nombre, verbo, adjetivo, etc. pero se utilizan como interjecciones; ¡ojo!, ¡cuidado!, ¡bravo!, ¡oiga!, ¡vaya!, ¡estupendo!, ¡viva!, etc.
Locuciones interjectivas: son grupos de dos o más palabras que funcionan como interjecciones: ¡Dios mío!, ¡Cielo santo!, ¡Qué horror!, etc.
Este texto ofrece una visión muy clara de la clasificación de palabras en la lengua española, heredada del latín y adaptada por gramáticos como Nebrija. Lo interesante es cómo la tradición gramatical ha mantenido esta distinción por tanto tiempo, especialmente al agregar el artículo, ausente en latín. En particular, me llama la atención cómo el verbo se destaca como la única categoría que se conjuga, lo que refleja su complejidad y flexibilidad dentro de la estructura lingüística. Además, la clasificación de las interjecciones como enunciados independientes es fascinante, pues permite expresar emociones de manera sintética.
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